En Puerto Rico, las estadísticas del Departamento de Salud al 31 de agosto de 2024 demuestran que más del 30% de los pacientes con VIH/SIDA pertenecen al grupo entre las edades de 45 a 65 años.
Por: Jorge L Santana Bagur, MD, FIDSA Catedrático Medicina e Infectología, Director Proyecto ACTU Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico, Recinto Ciencias Medicas Colaborador de MCS
El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) sigue siendo un problema de salud pública importante, en particular entre la población de edad avanzada. Históricamente asociado con una demografía más joven, la incidencia y prevalencia del VIH entre los adultos mayores ha ido en aumento, lo que valida la necesidad de concienciación y de diseñar intervenciones específicamente dirigidas a esta población.
Hoy en día, más de la mitad de las personas VIH positivas en los Estados Unidos tienen 50 años o más, creando el fenómeno conocido como el “tsunami de plata”. En Puerto Rico, las estadísticas del Departamento de Salud al 31 de agosto de 2024 demuestran que más del 30% de los pacientes con VIH/SIDA pertenecen al grupo entre las edades de 45 a 65 años. Una de las muchas razones para centrarse en la incidencia del VIH en los adultos mayores es el cambio demográfico y la dinámica de comportamiento en esta población. La esperanza de vida aumenta y más adultos envejecientes participan en actividades sexuales, a menudo sin el conocimiento adecuado de los riesgos.
Los profesionales de la salud muchas veces evitamos entrar en la discusión de la actividad sexual en esta población, ya sea por falta de tiempo, miedo a causar ofensa y vergüenza y/o formación limitada de habilidades y destrezas para abordar el tema. Esta falta de concienciación puede llevar a un diagnóstico tardío, incluyendo la omisión de enfermedades de transmisión sexual como la sífilis y gonorrea, lo que resulta en una carga de salud adicional y morbilidad de las complicaciones esperadas con el proceso natural del envejecimiento. Además, los adultos mayores pueden experimentar cambios relacionados con la edad que pueden complicar el tratamiento del VIH, amplificar las comorbilidades y generar problemas como la polifarmacia, la interseccionalidad y la fragilidad. Todo esto puede tener un impacto negativo en el bienestar y la atención médica. Este impacto se extiende mucho más allá de la salud física y el bienestar.
El estigma social y otros determinantes de la salud desempeñan un papel vital que conduce al aislamiento del adulto mayor, problemas de salud mental, depresión, miedo, falta de confianza y renuencia a hacerse la prueba del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, así como al tratamiento. De hecho, se sabe que los adultos mayores deprimidos pueden recurrir al uso de opioides y otras drogas ilegales como una forma de hacer frente u olvidar la situación e incluso aislarse de sus amistades y miembros de la familia. Uno de los muchos factores que contribuyen a la soledad es la falta de apoyo familiar y social, redes de pares y la inaccesibilidad o inexistencia de programas gubernamentales para las personas mayores, lo que da lugar a un mayor aislamiento del entorno social. Esto provoca muchos otros desafíos y, en ocasiones, los convierte en víctimas de personas sin escrúpulos que pueden aprovecharse de su vulnerabilidad.
Los datos recopilados del 2019 al 2021 por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en sobre 2,391 personas VIH positivas de 55 años o más, evaluaron la necesidad de servicios ancilares y demostraron que entre el 17% y 28 % de ellas tenían una necesidad insatisfecha de servicios de apoyo para el VIH (ej. salud mental, atención dental, servicios de asesoramiento sobre el consumo de sustancias ilícitas y alcohol, falta de transporte, asistencia alimentaria o alojamiento). Además, las implicaciones económicas de la enfermedad en los adultos mayores pueden sobrecargar los sistemas de salud, lo que pone de manifiesto la necesidad de desarrollar estrategias de atención integral.
Las estrategias para los supervivientes a largo plazo deben dirigirse a abordar problemas de salud de manera holística, como por ejemplo:
Riesgo cardiovascular (uso de estatinas)
Hipertensión
Dislipidemia
Enfermedad renal crónica
Envejecimiento óseo (osteopenia, osteoporosis)
Cáncer (próstata, colorectal, pulmón, vejiga)
Interacciones fármaco-fármaco y polifarmacia con medicamentos antirretrovirales
Atención orodental
Aspectos psicosociales como salud mental, vivienda, inseguridad alimentaria, acompañantes y cuidadores
Teniendo en consideración los aspectos integrales anteriormente descritos, podemos poner en un contexto saludable y beneficioso la terapia antirretroviral (ART, por sus siglas en inglés) para el adulto mayor. Afortunadamente, la parafernalia farmacológica ha evolucionado de una manera favorable para esta población, ya que la terapia recomendada por las guías del Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHHS, por sus siglas en inglés) conlleva el uso de 2-3 fármacos combinados en régimen de tableta única (STR, por sus siglas en inglés) que incluyen uno o dos nucleósidos análogos y un inhibidor de la transferencia de la integrasa (INSTI). Estos fármacos son extremadamente convenientes por su ingesta de una (1) vez al día, su potencia, tolerabilidad y pocas o limitadas interacciones farmacológicas. Más aún, el panorama en el futuro cercano contempla preparaciones de fármacos orales de una tableta una vez a la semana, así como también antivirales de acción prolongada en inyectables cada dos (2) meses y hasta posiblemente una inyección cada seis (6) meses.
La creciente incidencia y las expectativas del envejecimiento subrayan la importancia de la educación, la prevención y los servicios de atención medica diseñados y dirigidos a este grupo poblacional. Abordar estos asuntos y realizar una planificación coordinada no solo mejorará los resultados de salud individuales, sino que también mejorará los esfuerzos de salud pública que se llevan a cabo para combatir la epidemia. Al fomentar la concienciación y promover programas y medidas proactivas destinadas a mejorar los servicios relacionados con la salud, podemos mitigar el impacto del VIH en los adultos mayores, asegurando mejor calidad de vida para esta población vulnerable.